PASA LA BOTELLA… PASA EL GARRAFÓN


… Sea de guarapita, de vino, de cerveza o ron… así suena “El Garrafón”, una de las primeras canciones que escuché del Gran Gualberto Ibarreto, uno de mis cantantes venezolanos favoritos (también lo es de mi Papá, de él heredé esa afición) y que me permite introducir el tema de este artículo: mi historia y cultura etílica. Y que mejor momento que justo cuando acaba de terminar la temporada de fiestas en la mayor parte del mundo. Y no se trata de una apología al beber irresponsablemente o al alcoholismo; se trata de recordar de forma jocosa una costumbre muy nuestra… nací en Falcón donde se bebe mucho, me crie en el Zulia donde se bebe igual o más, mi época universitaria la desarrollé en el Oriente del país, donde para esas lides, los orientales son unos letrados; y trabajé durante 25 años en la industria farmacéutica venezolana, donde las bebidas espirituosas forman parte de los “planes de mercadeo”… por lo tanto, creo que conozco algo del tema.

De pequeño recuerdo mucho las fiestas o parrandas de mi familia… mis padres con sus compadres se lanzaban unas buenas rumbas… en más de una oportunidad los hijos de las 3 familias nos despertábamos a jugar y los adultos aún no se acostaban. Me vienen a la memoria canciones como: “Motivos”, “Silverio”, “Chipi Chipi”, “Valencia Señorial”, “Rosario” y otras más, que interpretaban los 3 amigos y compadres al son del cuatro, guitarra y maracas.





En la familia de mi Mamá, mis tíos mayores son de poco beber, esa parte se la dejaron a los hermanos menores (ella está incluida en este grupo). Aunque Mamá siempre comenta que ella no bebía cuando se casó; aprendió a hacerlo para llevarle el “ritmo” a Papá… algo así como el refrán: “todos en el piso o todos en la cama”. En la familia de Papá prácticamente todos son de “buen beber”; y además no les da ratón (resaca), por lo que pueden pasar varios días de rumba sin mayores consecuencias.

Cuando empezaba a salir de mi niñez recuerdo que era de los que pensaban que “jamás” iba a beber o fumar. Cuando asistía a fiestas familiares, durante mi preadolescencia, los adultos siempre me repetían una frase muy cómica: era muy grande para meterme a recoger juguetes de una piñata, pero muy pequeño para tomarme una cerveza. Creo que probé mi primera cerveza entre los 12 y 14 años: aunque no es algo correcto, en Venezuela es “aceptado” en muchas zonas o círculos sociales; además, como comenté en artículos anteriores, me “desarrollé” a temprana edad por lo que mi apariencia era de un joven de 18 años; en las fiestas era común que me ofrecieran algo para tomar. Lo que recuerdo con claridad es que fue en una fiesta en Caja de Agua (Paraguaná), en casa de mi bella Tía Abuela menor y que no me gustó al primer sorbo: me gustaban las bebidas dulces, y el amargo sabor de la cerveza me hizo preguntarme como a mucha gente le podía gustar tanto; lo siguiente que recuerdo es que estaba sediento de bailar y ese trago me calmó la sed… de allí en adelante, comienza la historia…

Durante el bachillerato, así como fui de los “avanzados” para el baile, también lo fui para los tragos. Era de los que “aguantaban palos” y, además, no solo me gustaba mezclar música, también lo hacía con los licores; podía estar tomándome una cerveza, luego un vino, una ginebra o un whisky: yo mismo me autodenominaba el “disc jockey (Dj)”, por aquello de las mezclas… jejeje. 

No recuerdo en esa época haberme pasado de tragos a pesar de asistir a tantas fiestas, sólo en una oportunidad “se me fueron los tiempos”. Fue en Barquisimeto durante uno de los intercambios deportivos que hacían mi colegio de Maracaibo con su homólogo de Barquisimeto. Yo no era parte de la delegación deportiva, era de la delegación “fiestera”. Después de las actividades en el colegio muchos hacíamos escala en una estación de servicio cercana, creo que se llamaba la Gran Estación, y allí hacíamos el “predespacho” …  las cervezas rodaban sin cesar en lo que era el comienzo ideal para una noche alocada. 

En esa oportunidad hubo una fiesta en casa de uno de los alumnos, de allí fuimos a dar serenatas a unas amigas con “Déjate amar” de Guillermo Dávila , luego nos fuimos a hacer “travesuras”: unos panas se saltaron la cerca de un cementerio cercano y tomaron varias coronas fúnebres; después fuimos a una urbanización cuyas casas no tenían cerca delantera; colocábamos una corona al frente de la puerta, tocábamos el timbre y nos íbamos de allí rápidamente; luego nos desternillábamos de la risa pensando en la cara del dueño de la casa abriendo la puerta en la madrugada para conseguirse con ese “paquete” en la entrada de su vivienda… para morirse. 



Pero medio muerto quedé yo de esa rumba; al día siguiente me desperté pasadas las 2 de la tarde y no tenía ni remota idea de donde me encontraba (en estos momentos comparo esa sensación con la de los amigos de la saga de películas “Hangover”); primera vez que me pasaba eso, por lo que decidí ser más cuidadoso en el futuro. De esas salidas en Barquisimeto recuerdo que escuchábamos mucho “She´s so cold” de The Rolling Stones y “The Logical Song” de Supertramp.




Antes de irme a estudiar a la Isla de Margarita, recuerdo unas vacaciones que pasamos en Morón (Edo. Carabobo) mis padres, mis hermanos y yo, junto a mi tía menor materna y su esposo. Fueron unos días sabrosos de paseo: Morrocoy, Bahía de Cata, los clubes de playa de las empresas petroleras… pero lo que más me impresionó fue descubrir, lo “perreroso” (belicoso) que hace poner el ron a la gente… en una oportunidad que tomé ron en Maracaibo, me cayó tan mal que hacía bromas diciendo que “casi me agarro (peleo) con la nevera y estaba atacando (coqueteando) a Mamá” … jajaja… Sin embargo, en ese viaje lo terminé de comprobar… un día tomamos cervezas, otro día ginebra, otro día whisky; pero el día que bebimos ron mis primas se pelearon con sus novios, mi tía con su esposo, Papá con Mamá, y también entre mi hermano, mi hermana y yo… con los años aprendí a respetarlo y a conocerlo, sobre todo cuando estaba estudiando en el Oriente del país, donde se consume mucho ron. De todas maneras, como dice la canción: “Ron pa´ to´ el mundo”.


Así como recuerdo la primera vez que se me bajaron los “Breques” (populismo del inglés breakers, interruptores eléctricos) por tomar licor, también recuerdo claramente mi primera “regurgitación profunda”, es decir, la primera vez que me cayó tan mal el licor que no pude evitar vomitar. Fue en mis primeros meses estudiando en Punta de Piedras (Isla de Margarita) … quise repetir lo de “mezclar” las bebidas que ya era una costumbre para mí, pero me encontré con unos señores con los cuales no contaba: los rones Don Simón y Pajarito y los “anices” Cartujo y El Moro. 


Después de una intensa noche de copas y su respectiva amanecida, me levanté a ver un partido de futbol en la cancha del pueblo; tenía tanta sed y dolor de cabeza que me comí varios granizados de cola, pero cuando regresé a mi habitación en la residencia donde vivía, no logré soportar las náuseas y por primera vez me abracé con el excusado… lo siguiente fue una sensación de rabia conmigo mismo, ya que me “jactaba” que podía tomar bastante sin grandes consecuencias, por lo que tomé una botella casi completa de anís que quedaba en un estante y la comencé a vaciar en el excusado… en ese momento entró uno de mis mejores amigos y actual compadre y empezamos a forcejear ya que quería evitar que se desperdiciara ese elixir (si conoces el presupuesto de un estudiante fuera de su casa, entenderás lo valioso que es cada mililitro de una botella de alcohol…jejeje). Ese fue el resultado del “El Guayabo” que me dejó el anís.


Muchas fueron las fiestas durante mi época de estudiante universitario, y muchas las cosas locas que hicimos mis panas y yo. Uno de mis compañeros, por ejemplo, antes de empezar a beber de una botella de ron Don Simón, la destapaba y colocaba un encendedor en el pico de ésta… se formaba una llamarada propia de un acto de circo y después degustábamos de una bebida “flambeada” … él decía que de esa forma le “sacaba los espíritus”. 

Ese mismo amigo manejaba un rústico, y cuando íbamos a estudiar a su casa, en horas de la noche, no se le ocurría algo mejor que apagar, por momentos, las luces del auto mientras él seguía conduciendo y escuchando a todo volumen sus canciones favoritas: “Dance hall days” de Wang Chung y “Cum on feel the noize” de Quiet Riot. 


Él vivía con sus padres en una gran casa a orillas de una de las playas más famosas de la Isla, y en donde formábamos unas rumbas “babilónicas”; en una ocasión estuvimos casi 4 días sin dormir; en esa época estuvo de moda un Maratón de transmisión de 100 horas por la Juventud para la lucha contra las drogas de la emisora de corte juvenil Caracas 750, y desde la noche del jueves que comenzó nuestro “fin de semana” estuvimos comparando nuestro tiempo rumbeando con el tiempo del maratón… nos faltaban unas horas para lograrlo, pero ya era lunes y teníamos clases… cuando llegamos a la intersección donde se unían la vía que conducía a Punta de Piedras con la vía que llevaba a la península de Macanao, nos miramos todos los del grupo por unos segundos… y bueno, nos fuimos a una playa de esa península y completamos el récord… vale decir que después de eso, durante el resto de la semana, todos dormimos como lirones en cada oportunidad que podíamos.

En otra ocasión se me “fueron las luces” por segunda vez. Estaba disfrutando de las famosas fiestas de San Juan, en la población del mismo nombre (Isla de Margarita) y de repente me encontré en medio de un grupo que estaban probando a ver quién tomaba más de una botella de ron. Yo estaba bien alegre en ese momento, y en un ataque de tonto machismo, pedí participar en la competencia y de un solo tirón me tomé el equivalente a casi media botella… de allí en adelante lo que recuerdo es que estaba conversando con una amiga acerca de su pueblo Chirimena (Estado Miranda) en un solar bien alumbrado... en un abrir y cerrar de ojos estaba vomitando en un estacionamiento extremadamente oscuro, que era realmente era el sitio donde estuve conversando… espejismo total; aunque pensando bien, o no estaba tan rascado, o tengo buena memoria… recordé hasta de que estaba hablando ese día, hace casi 37 años… jajaja. De esa época recuerdo buena salsa de agrupaciones locales, entre ellas el grupo Vendaval; ellos versionaban muy bien los temas de Naty y su Orquesta... Les comparto uno que sonó mucho: “Amor Anónimo”.


Cada vez que tenía vacaciones del Tecnológico, antes de ir a Maracaibo, pasaba unos días en Caracas con el amigo-compadre que mencioné en párrafos anteriores y su grupo de amigos del colegio. Por mera casualidad, siempre había una gran fiesta a la cual ellos estaban invitados y yo era el “arrocero”. En una oportunidad, fuimos a un matrimonio del cual, para variar, nos pusieron el “Alma Llanera” (en nuestro país es la clásica señal que ya la fiesta se terminó) y salimos a llevar a otro de nuestros compañeros de Margarita, mi morocho vasco, a casa de sus familiares en la Urbanización La Trinidad. Íbamos en el carro del hermano de mi compadre, el cual le pidió encarecidamente que se lo cuidara cuando se lo dio prestado, ya que lo mantenía como una “tacita de plata”. Estaba lloviendo y en plena autopista un auto hizo una maniobra extraña y casi nos choca; mi compadre trató de esquivar una posible colisión y en segundos estábamos “haciendo trompitos” en plena autopista… creo que dimos como 5 vueltas hasta que el carro se detuvo… menos mal que por la hora no venían otros autos, porque sino hubiera sido un choque múltiple; lo cómico es que, como veníamos con los vasos llenos, el primer pensamiento de mi compadre fue: ¡menos mal que no se derramó nada!... y en ese momento, por la euforia de que estábamos sanos y salvos, no se me ocurrió algo mejor que ¡lanzar al aire el contenido de mi vaso! Ese día sobreviví dos veces… jejeje. El colofón fue que terminamos en la casa de los familiares de mi morocho vasco, viendo películas para que se nos pasara el susto, pero no había muchas opciones, así que amanecimos viendo Bernardo y Bianca de Walt Disney. Puros “Machos, machotes”.


Por muchos años usé la frase “Familia que bebe unida, permanece unida” … de hecho, mi esposa y yo fuimos también muy parranderos; tanto así, que mi difunta suegra, cuando nos “empatamos” exclamó: "Se juntaron el hambre con las ganas de comer"… Cuando nos reuníamos en casa de mis suegros a tomarnos unos tragos, como éramos muchos (mi esposa tiene 7 hermanas), cada vez que se hacía “la vaca” (colecta) para comprar cervezas, se hacia para 5 o 6 cajas de una vez, por aquello de no estar saliendo mucho; sobra decir que, en muchas ocasiones, hubo que hacer un “becerro” (¿una vaca pequeña?) ante la ausencia del preciado líquido. 

Cuando nos reuníamos en casa de mis padres, siempre salía a relucir el cuatro; teníamos una broma con mi Papá con “esa es la mía, esa es a mía”, ya que cada vez que mi hermano o yo íbamos a tocar “Las brumas del mar”, él nos pedía que le regresáramos el cuatro ya que “sólo él la sabía tocar bien” … aunque en verdad todos teníamos “la mía”: la especialidad de mi hermano era un mix de Gualberto: “Cristal” con “Amor bonito”; la mía era “Lo que no fue no será (El gorrión)”… mi hermana, la menos “agraciada” musicalmente hablando, “rasgaba” a duras penas “Compadre Pancho”… jejeje.





De tantas anécdotas que tenemos mi esposa y yo de nuestras salidas y parrandas, aprovecho para finalizar este artículo con una muy particular: sucedió en la casa de playa que tenía un querido tío de mi esposa en Miramar, cerca de Capatárida, en el estado Falcón. Al finalizar la tarde, después de un buen día de playa, estábamos todos compartiendo en el patio de la casa; unos jugaban dominó, otros jugaban cartas, otros escuchaban música… mi esposa y yo estábamos acostados en una hamaca, cada uno colocado hacia un extremo de ésta; el tío de mi esposa acababa de salir de bañarse y estaba “entalcado” y con perfume de niño y ella lo invitó a recostarse al lado de ella para “olerlo” un rato… Como yo estaba con unos cuantos tragos encima, me puse “cochambroso” y empecé a acariciarles los pies a mi esposa, de las caricias pasé a los besos tiernos (aunque por ratos sentía la arena entre los dientes), cuando de pronto se oyó un grito que estremeció el ambiente en cientos de metros a la redonda: ¡TITOOOOOOO! (recuerden que ese es mi apodo familiar) ¡LE ESTAS BESANDO LOS PIES A MI TÍO!... como era una noche callada en la playa, las risas de todas las casas vecinas se oyeron al unísono; la anécdota hubiera quedado entre las dunas y la playa, pero mi esposa aprovecha para contarla en cuanta reunión puede: es su cuento estrella. Y como recordé la sensación de la arena en la boca, les regalo una joya de mi tierra: “Sombra en los Médanos”. Nos leemos el próximo mes… Bendiciones.




Ruben G. Gil Medina

Franklin

07 de enero de 2023

Comentarios

  1. Me enteró de tantas cosas que de vaina no me dió un infarto te mandamos a estudiar no todas esas cosas que hiciste mi hijo modelo René te quedó chiquito gracias a Dios

    ResponderEliminar
  2. Gracias a Dios que te dejo vivo cdm

    ResponderEliminar
  3. Sr Gil usted es mi Gabriel Garcia Marquez . No solo disfrute leer su publicación , sino me trajo gratos recuerdo de mi propia familia margariteña. Dios lo bendiga 😇

    ResponderEliminar
  4. Me deleite leyendo esta parte de tu vida amigo Ruben. Vinieron a mi mente tantas vivencias en iutemar!. Una lectura amena y muy agradable. Las canciones, en su gran mayoria, me encantan.
    Te felicito por tus dotes de escritor... Abrazos

    ResponderEliminar
  5. Jajajajajajaja y mis pobres tíos pensando que el joven estudiante solo iba a margarita a estudiar.. primo y en los Giles hay su excepciónes.. yo si sufrí bastante de ratón

    ResponderEliminar
  6. Qué bonito que plasmes tus vivencias..Me alegra leerlo .Fueron años maravillosos que quedan en el recuerdo.Gracias por tan maravillosa iniciativa.

    ResponderEliminar
  7. Como que la menos agraciada jajajjaajaj.te pasaste ...

    ResponderEliminar
  8. Excelente. Es imposible dejar de leerte una vez que inicia la lectura de tus aventuras por la vida. Saludos primo lindo, ahhh y esa debería ser otra historia, la cantidad de primos lejanos que sentimos tan cercanos. Un abrazo

    ResponderEliminar
  9. Excelente 😘👏👏👏👏Gracias Ruben por compartirlo. Un abrazo y bendiciones

    ResponderEliminar
  10. Excelente trabajo siempre!! Gracias por compartir tus vivencias !!

    ResponderEliminar
  11. Muy bueno y gracioso los besos a los pies del tío

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

DE LA TORRE DE BABEL… AL SPANGLISH DEL EMIGRANTE

De Rockero a Explorador...

De golpe en golpe hasta la Revolución de Chelique