HAY COMIDAS ...Y DESCOMIDAS...
A lo largo de mi vida me he caracterizado por tener un organismo muy sano, en cuanto a lo que a tracto gastrointestinal se refiere. Siempre he sido de buen comer, amo los picantes, y voy regularmente al baño, aunque en ocasiones lo hago con exagerada frecuencia. En mi familia quedó arraigada la creencia que yo me conocí todos los baños que existían desde Margarita hasta Maracaibo por tierra, viaje que realizaba al final de cada semestre cuando estudié en “laisla” …lo que pasa es qué, el comer cualquier cosa que me ofrecieran, y además hacerlo de forma desaforada, solía tener sus consecuencias. Siempre he dicho que para mí el trabajo ideal sería el del gordito Andrew Zimmern, el conductor del programa “Comidas Extrañas” de Travel Channel, quién viajaba por todo el mundo probando cuanta comida rara le ofrecían.
Ahondando un poco en el tema “bañístico”, la costumbre de ir al baño en los momentos menos propicios se remonta, en mis recuerdos, al matrimonio de una prima de Papá en el cual yo fui pajecito. Para esa ocasión me vistieron con un flux blanco, color que no permite equivocaciones (al contrario de color marrón que puede esconder algún accidente, de allí el dicho “más embustero que un flux marrón”); en un momento de la fiesta me antojé de querer “hacer del cuerpo”, como diría el comediante colombiano Andrés López …pero es que la cosa no quedó solo en la “impertinencia” de tener que ir al baño en plena rumba, sino que mi costumbre de niño y hasta bien entrada la juventud, fue “despojarme de los hábitos” como dice un amigo muy ocurrente, o sea, me tenía que desvestir completo. Imaginen la incomodidad de mi Mamá que se perdió parte del bonche por estarme “empaquetando” nuevamente después de mi natural gestión.
Pero eso fue parte de su karma ya que esa costumbre me vino de
su lado familiar. La leyenda urbana cuenta que un tío materno, uno de los
mayores, tenía también de joven, esa costumbre. En su época era todo un galán,
un “dandy” , y se le daba muy bien eso de conquistar chicas ...en una
oportunidad estuvo en una fiesta “enfilando” las baterías hacia una jovencita
que le gustaba mucho …al parecer ya casi la tenía “lista y puesta al sol”
cuando, por cosas del cruel destino; le dieron ganas de ir al baño, y como tenía
esta costumbre de desvestirse tuvo que atravesar toda la ciudad para ir a su
casa a hacer su necesidad …vale decir que cuando regresó, ya otro joven estaba
bailando con la chica; y según me contaron, como en las historias felices, esa
pareja se casó tiempo después.
De mis momentos de mayor frecuencia de ir al baño por hora, recuerdo el que ya les narré en el tercer artículo de este blog, cuando comí muchos “buches o pitigueys” antes de viajar a Maracaibo …pero hay otra ocasión que no olvido. En algunos momentos también pasé mis vacaciones en casa de otra tía materna quién vivía en Judibana, en la urbanización Campo Médico; una autentica urbanización norteamericana de los años 70 enclavada en la meseta que antecede a la bahía de Amuay, en Paraguaná. Recuerdo el tipo de casas, muy similares a algunas urbanizaciones que vi en Florida, y por supuesto, el club Bahía, donde probé una de las mejores hamburguesas que he comido en mi vida.
Pero nada que envidiar a la comida de mi tía; además de ser una excelente pintora, en la cocina simplemente destilaba arte, sobre todo en la repostería. Mis primos, solían ser de “mal comer” por lo que mi tía disfrutaba de cocinar cuando yo iba, porque sabía que yo me daba un banquete con esos suculentos y deliciosos platos. En una ocasión íbamos a viajar a Barquisimeto a visitar a la familia de mi tío político; el recorrido lo haríamos a través de la Sierra de Coro, por la vía a Churuguara, ya que íbamos a pernoctar en un pueblo llamado Aguada Grande de donde era oriundo mi tío, y al cual se llegaba más fácil por esa vía. Quienes han viajado por esa ruta recordarán que siempre fue complicada para cualquier persona de “estómago delicado”, por la cantidad de curvas que tiene esta carretera …recuerdo que un primo sufrió tanto en un viaje que hizo que, con la sola mención de Churuguara, ya empezaba a “arquear” para vomitar. El detalle de ese viaje que hicimos es que la noche anterior yo me había comido todo lo que mi tía con tanto cariño me había ofrecido (o sea mucha comida), y por supuesto, entre la carretera y la indigestión, el resultado fue una gran cantidad de “eventos” estomacales interminables hasta llegar a Barquisimeto …en síntesis, les “eché a perder” el viaje a mis tíos.
Por cierto, cuando era niño, este tío me llamaba Gasparín (Casper) como el fantasma de los dibujos animados, por mi gran cabeza calva cuando era un bebé…Con todo esto de la
comida, es conveniente compartir con ustedes mis dos canciones favoritas que
hablan del tema: A comer, de la Super Banda Guaco y El menú del Gran Combo de
Puerto Rico; son para darse un banquete bailando.
Cuando era un chamito,
mi mamá solía sobreprotegerme, por ser yo el primogénito y ella una madre primeriza.
Recuerdo que, por muchos años durante mi niñez, no comí pescado entero ya que
una vez en casa de mi abuela paterna me clavé una espina en la garganta, y
desde ese momento me daba el pescado desmenuzado. Quien diría que años después,
los peces formaron parte de mi vida cuando estudié Oceanografía y Acuicultura
en el IUTEMAR de la Fundación La Salle en Margarita, lugar de excelencia
académica y de investigación y donde viví una de mis épocas más recordadas …de
no comer pescado entero, pasé a comer pez sapo, mondeque, morena, así como quigua,
botuto y cuanta cosa nadara o se moviera en el mar.
Algo que muy pocas personas
conocen de mí, es que estuve prácticamente desde los 7 años hasta la
adolescencia sin probar la frescolita (refresco embotellado de cola y de color
rojo claro que venden en Venezuela). No podía concebir que alguien le gustara
algo de sabor, para mí, tan desagradable. Todo el mundo me cuestionaba acerca
de esa opinión, por lo que ya adolescente, me decidí a probarla de nuevo y caí
en cuenta que por años fui víctima de un error de apreciación. Estando de niño en
la playa de Adícora, mis padres me compraron una frescolita; para ese momento
nunca la había probado (era un típico “pepsicolero”, como muchos venezolanos de
esa época) y me metí con el vaso de refresco en la playa …imagino que antes de
dar el primer sorbo, la ola salpicó y entro en mi vaso agua de mar, porque así recordé
ese sabor por años y lo asocié con el refresco …un sabor dulce-salado que me
hizo botar el vaso de una vez … que duro es cuando uno se bloquea y se trauma
por un sabor sin pensar en la posible causa … y más duro fue que perdí mis años
sin probar ese refresco, muy típico de mi país.
Y para cerrar este
compendio gastronómico y escatológico, o sea de la entrada a la salida, tengo
una anécdota que mis compañeros del colegio recordarán que les conté, en la
oportunidad en la que hicimos un reencuentro virtual por Zoom en plena Pandemia,
el cuál se extendió por más de 7 horas, y en donde, animado por unos cuantos traguitos,
les repetí el cuento al menos unas 4 veces (eso me lo contaron días después).
Me sucedió estudiando primaria en Maracaibo; estábamos en el gimnasio haciendo
Educación Física y nos tocaba hacer una fila en la cual todos debíamos estar con
las piernas abiertas y cada uno debía pasar por debajo de la fila, o sea entre el
mar de piernas, y luego ocupar un lugar al comienzo de esta. Cuando me tocó mi turno
recuerdo que en un tramo de la fila sentí un olor desagradable que me llamó
fuertemente la atención…como todo niño bien portado (jejeje) apenas pude me salí
de la fila y le fui a contar a la maestra; ésta sutilmente sacó al niño de la
fila y comenzó a interrogarlo lejos del grupo; y saben que, lo envió inmediatamente al baño …parece
que no se aguantó, o le dio pena o temor pedir permiso para ir al baño y
abandonar el ejercicio, por lo que
decidió usar su ropa interior como pañal …aún al día de hoy me estremezco al
pensar lo que pudo haberme caído en la cabeza al pasar por debajo de él …como
dirían los entendidos, ”gases del orificio”.
Ruben G. Gil Medina
Franklin
02 de mayo de 2022
Muy Tito...te amo
ResponderEliminarExcelente
ResponderEliminarTe diré que yo también me conozco todos los baños de cualquier centro comercial que visite dentro y fuera de Venezuela jajaja jajaja
ResponderEliminarHijo, Dios te bendiga.
ResponderEliminarCómo disfruto de tus "anedas"
Claro,la mayoría las viví, pero picardía que le pones es especial.Exitos.
Felicitaciones has logrado hacerme llorar pero también alegrarme con la música y reírme con tus accidentes estomacales adelante lo estás haciendo bien dios te bendiga
ResponderEliminarEy Tito!!, Excelente!!👍👏👏👏🤗
ResponderEliminarJajajaja espectacular mi Tintin♥️
ResponderEliminarExcelente mi hermano querido. Sigue adelante
ResponderEliminarTito, me lo goce todos tus cuentos y anedoctas. 👏👏👏👏
ResponderEliminarMuy agradable la narrativa, divertida y variada
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, Rehén muy buena narrativa, recordé en efecto la fuente de soda Todos, de los Cadas, otro Nivel.
ResponderEliminar👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼
ResponderEliminarExcelente Rubén!
Espero la próxima
Muy entretenido el relato Rubén, sigue escribiendo!!!!
ResponderEliminarBuenísimo primo....
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